Llovía oscuro y el mundo era un inmenso lago, la luna se ocultaba a nuestros ojos y los abuelos hablaban de antiguos designios. Nadie dudaba entonces de sus sueños, ni lo hacemos ahora olvidados en la casa del águila, perdidos de la huella con furia y saña abrieron en la cordillera Ignacio y Belarmino Chiguay, la misma ruta que perdió a sus hermanos y que Margarita abandonó con premura.
Ajena yo
remonté por el camino claro.
Mañana volveré me dije
y sembraré nuevos cantos
Y cerré los ojos para recordarlo
allí dejaba el sol
la nieve
los besos
y las placentas aún calientes
de los últimos partos
las oraciones que dije
y las que no dije
en las montañas
el silbido del viento
y las culebras
la ruta abierta en las quebradas.
La noche no es más
que una inmensa roca me digo
azul como la melancolía de la
luna nueva.
lunes, 30 de noviembre de 2009
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