
HUELGA DE HAMBRE
En mi niñez el hambre era una vocecita
que robaba el pan a mis compañeros
de curso
Un sentimiento que me empujaba a compartir
dos de las cuatro galletitas
que recibía en el colegio
Los perros del fundo compartieron
conmigo su comida: unos pellet
con forma de huesitos
que mi abuela sazonó con grasa y sal,
una exquisités que me prohibieron
divulgar
Como las sopaipillas de afrecho “fritas”
con agua de pozo
Casi me convencen de que el hambre
era un regalo de Dios que había
que padecer con entusiasmo
para ganarse el cielo
La conciencia me la despertó
el hambre de otros
Recibí una orden del llanto
de esa viejita saliendo del negocio del gringo
con su bolsa vacía
y me enrolé en esta guerrilla
del pensamiento incorregible
para alimentar sus armas con frases toscas
y canciones sin rima
Quise ser cómplice de la historia
armero de la política directa
para tumbar esa hambre que casi me mata
El hambre es un deber a la inversa
El hambre es una desgracia imperdonable
que a esta hora apunto como un fusil
en esta guerra fabricada por la Ley
y redactada por la religión.
Los gritos negros de ustedes
llegados de la calle negra
entraron todos a la celda llena de hambre
Yo había leído de desobediencias morenas
que alentaban a sus presos
en la resistencia dura contra la tiranía
del cepo lacerante
pero no degustaba carne adentro ese revoltijo
de sentidos viscerales que raspan la emoción
la alegría y el orgullo sin distancias
de pertenecer a un Pueblo en guardia
Los carceleros sobre el muro atrincherados
entre ustedes y nosotros
con idénticas armas que siempre
están diciendo que tenemos
Sólo se dedican a mirar
porque los gritos aquí no botan murallas
como en Jericó
Los montajeantes
alertados del alboroto en curso
mandan a su tropas verdes
De un rato a otro ustedes corren por la calle negra
con sus lienzos, sus trutruka y altavoces
como nosotros en los fundos
con las ollas, los machetes y las piedras
en los morrales
La subversión de manta y chiripa
hace reverencias al Newen
porque ustedes libres y nosotros presos
vamos agrietando la geometría del asfalto concreto
en lo que antes fue el vergel
de nuestros abuelos.
Del libro “BITÁCORA GUERRILLERA”
de Mauricio Waikilao
(prologado por Elicura Chihuailaf)